domingo, 6 de noviembre de 2011

La Iglesia Católica es la que Cristo fundo y prevalecerá hasta el fin.

Fotos varias





EL Salvador del mundo

Propedeutico 2011

Mauricio Andrés Gómez
Carlos Mauricio Agudelo
Cristian Florez
Carlos Adrián Zapata
David Ancizar Aristizabal
Jesús David Uribe
David Hernandez
Miguel Giraldo
Jhon Fredy Cuartas
Juan David Giraldo
Manuel Muñoz
Juan David Guarin
David Martinez
Johny Posada
Andres Charfuelan
Camilo Bolaños
Jesus Albeiro Mendez
Cristian Camilo Silva
Adrian Hinacapie
Sebastian Sanchez
Felipe Botero
Juan David Ceballos
Omar Ospina

APARECIDA

JÓVENES MISIONEROS

¨Jesús quiere ser ayudado en el cultivo divino de las almas¨.

Hoy en día Jesús necesita de aquellos jóvenes que den su vida por otros jóvenes, que den su vida por la verdad, jóvenes misioneros que no les importe las fronteras donde su vida ha adquirido una plenitud extraordinaria la de haber sido enriquecidos con el don del padre, donde no se han olvidado nunca el encuentro más importante y decisivo de sus vidas, que ha llenado sus vidas de luz, de fuerza y de esperanza; donde se han encontrado con Jesús que es roca, la verdadera paz y la verdadera vida.

Necesitamos jóvenes misioneros que su encuentro con Cristo camino, verdad y vida sea definitivo, jóvenes donde su único temor sea no anunciar la buena nueva de Jesús resucitado. Si no conocemos a Dios en Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no se encuentra ningún camino si no se está nuestra relación con Jesús, estrechamente, al no encontrar el verdadero camino no hay vida ni hay verdad. Debemos animar a estos jóvenes del hoy que se lancen a ser jóvenes misioneros, que se lancen a compartir a sus experiencias con Dios, sus encuentros a diario con el amigo que nunca falla, jóvenes que estén orientados con la fuerza del espíritu santo, con su fortaleza, aquellos jóvenes Jesús también los envía como aquellos setenta y dos discípulos: ¨los envió por delante, de dos en dos, a todas las ciudades en sitios donde El había de ir¨.

Donde los jóvenes acepten las condiciones que Jesús les propone a diario, donde saben que las dificultades que se le vienen no son fáciles, que sus vidas algunas veces van a correr peligro; donde saben que a quienes van a anunciar el evangelio no son personas civilizadas, si no que son campesinos que nunca han escuchado hablar de Dios, personas que se encuentran en montes sin acceso a la globalización, donde nunca han experimentado ese contacto con Dios vivo y verdadero, con ese Dios resucitado . Personas como indígenas que solo consideran dios a la naturaleza, a la luna, las estrellas, el agua, el fuego, el aire y otras muchas sustancias que se encuentran en la naturaleza; afroamericanos que han venido con heridas de sus antepasados donde experimentaban el maltrato de sus amos con sus humillaciones, donde todavía sienten de una u otra manera de que Dios no existe y que los ha desamparado.

Pero a estos pueblos debemos enseñarle la alianza que Dios tuvo con nosotros, que es un Dios de misericordia, que El nos ha amado desde el principio que nos ha amado antes de que nosotros lo hubiésemos amado a Él, que su amor y misericordia inmerecidos por lo que nosotros hemos hecho, es inmerecido porque El nos ama tanto que entrego su hijo tan amado para nuestra salvación.

Necesitamos jóvenes que convenzan a otros nuevos jóvenes de que Dios es el único camino que nos lleva a la felicidad, que no lo sigan buscando en lugares que o lo pueden encontrar; que no se refugien en el alcohol, en las drogas, el sexo desenfrenado, como nos lo dice San Agustín: ¨Amado tan amado tarde te busque, tanto te busque en lo pagano siendo que tú estabas dentro de mí y buscándote fuera¨ . San Agustín no lo revela que durante su vida no encontró el verdadero amor, lo cual lo buscaba en sitios que no lo podría encontrar; San Agustín es un ejemplo de discípulo que podremos tomar como referencia, por su reconocimiento de Jesús vivo y resucitado. Tanto San Agustín como otros Santos nos muestran cómo debe de ser un verdadero discípulo, donde entregan su vida por sus hermanos, entregan su vida por anunciar el evangelio, por anunciar a Cristo vivo y resucitado; que con sus vidas, actitudes, anhelos, siguen a Cristo, donde estos Santos con sus propias vidas nos dan a entender que seguir a Jesús es bueno, donde demostraban su alegría de seguirlo, donde nunca se sintieron decepcionados por seguirlo si no al contrario su satisfacción de seguirlo cada día aumentaba considerablemente.

¨En la generosidad de los se manifiestan la generosidad de Dios, en la gratitud de los apóstoles aparece la gratitud de el evangelio¨ . Debemos ser misioneros y a la vez apóstoles, porque un verdadero misionero se reconoce porque es un buen apóstol, donde anuncia el evangelio, con su alegría refleja el rostro de Jesús muerto y resucitado, que den a entender a las demás personas que hubo un gran hombre que fue maltratado, humillado, azotado y al final crucificado por nuestros pecados, pero no nos quedemos ahí en anunciar lo trágico de su muerte, también anunciemos que resucito al tercer día y que se cumplió todo lo predicho; que el padre lo glorío. Pero miremos también este rostro humillado, maltratado, azotado de tantos hombres y mujeres que a diario nos encontraremos en nuestro caminar de discípulos, hagámosle sentir a estas personas que sus sufrimientos no quedan allí, que sus sufrimientos algún día serán glorificados como lo fue con el leproso Lázaro que hasta los perros le lamian las llagas, pero esos sufrimientos no quedaron en vano porque al morir fue llevado a la gloria de Dios padre y empezó a disfrutar de toda la misericordia de Dios y experimento su gran amor.

Los jóvenes misioneros del hoy deben ser como servidores como lo fue Jesús en la ultima cena con sus discípulos que se hizo servidor de sus discípulos para demostrarnos que lo importante de un discípulo es el servicio, la entrega, el compartir juntos, el estar igual a las personas que nos necesitan, esto demuestra que si nos importan aquellas personas que están a nuestro alrededor, hacernos niños con los niños, jóvenes como aquellos jóvenes del hoy que necesitan que los entiendan y sientan lo mismo que ellos están sintiendo, ser adultos para enseñarles a comprender mejor de que Dios está vivo y que quiere lo mejor para nosotros que su misericordia es infinita con ellos, que El siempre estará con nosotros en los buenos y malos momentos de nuestra existir, y al lado de los ancianos para hacerles sentir de que están más cerca de Dios y que podrán descansar muy pronto de sus dolencias y fatigas.

Como en aquel día que el beato Juan Pablo ll les dijo a todos los jóvenes y luego el papa Benedicto lo retomo para hacer énfasis de cómo deberían ser los jóvenes de hoy: ¨Jóvenes no tengan miedo Cristo lo da todo y no quita nada¨ . Tomemos estas palabras referidas del papa y subámonos a la barca y rememos mar adentro para convertirnos en jóvenes misioneros; tomemos como ejemplo a otro gran misionero que lo fue el papa Juan Pablo ll y que ahora es beato, lo cual se entrego por toda su iglesia para que tuviera una buena referencia de ese Dios misericordioso, que recorrió millar de países, que le toco enfrentar la guerra, seguir a Jesús en silencio porque no les dejaban expresar su amor a Dios, le toco soportar el dolor de un atentado contra su propio vida porque estaba anunciando a Cristo vivo y resucitado, que buen ejemplo es este gran beato que dejo su legado en todo el mundo, que tantas personas lo lloraban el día de su muerte y a la vez estaban contentos porque regresaba a la casa del padre que algún día llegaremos nosotros.

Fue un gran discípulo que pese a lo sucedido con su salud, no callaron su deseo de anunciar a Jesús; que perdono a así agresor lo mismo que hizo Jesús en la cruz, un discípulo que no le importaba las fronteras de los países lo cual perforo aquellas delimitaciones sin miedos porque El solo quería de todos los países fueran hermanos, que llego a los más alejados y a los que le necesitaban, represento al buen Cristo que se interesaba por sus hermanos y para cumplir la voluntad del padre. Vemos al igual a la madre Teresa de Calcuta que entrego su vida por los pobres, enfermos y desamparados de su provincia como religiosa y a la vez como Madre superior de un convento. Que no le importó abrazar a los mendigos, darles a conocer a Dios como ser misericordioso que pese a todos sus esfuerzos salió recompensada con otro abrazo incluso con un beso de aquellas personas que no tenían nada que su único refugio era aquella madre que era la única que no los desamparadas; digamos y seamos como la madre Teresa de Calcuta que no le importaba ser como era entregar todo su amor a los desvalidos y atacados por la sociedad por su forma de ser y su forma de actuar hasta por su forma de amar sin límites que nos dejó una gran frase: ¨Ama hasta que duela y si te duele ama mucho más¨. No seamos interesados de lo que damos porque eso es lo último que debemos pensar nuestra bonificación seamos felices con lo que hacemos sin divulgarlo a ninguna persona hagamos todo lo necesario para que todo nos salga bien.

Seamos discípulos misioneros porque eso es lo que necesita la iglesia y a la vez lo necesita toda nuestra comunidad fuerzas nuevas y renovadas para que sigan anunciando el evangelio a todos sin discriminación y aceptándolos como son como no lo enseña esta gran Madre que se ganó el cariño de toda las personas y a la vez se ganó el cielo aquí en la tierra entregando ese amor que siempre tenía y que quería donarlo a diestra y siniestra porque demostraba que tenía a Dios en su caminar de religiosa y con esto nos demuestra que Dios lo da todo y no nos quita nada que vale ser discípulos misioneros y entregar ese poquito amor que tenemos al servicio de los demás.

¨JOVENES AVENTURESEN A SER JOVENES MISIONEROS TENDRAN UNA BUENA RECOMPENZA POR TODO EL ESFUERZO QUE REALICEN POR LOS QUE LOS NECESITAN Y RECUERDEN SIEMPRE LAS PALABRAS DE NUESTRO BEATO JESUS LO DA TODO Y NO QUITA NADA¨


David Martínez Quintero

Audiencia del Papa Benedicto XVI

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL.

Miércoles 5 de octubre de 2011.

Salmo 23
Queridos hermanos y hermanas:
Dirigirse al Señor en la oración implica un acto radical de confianza, con la conciencia de fiarse de Dios, que es bueno, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad» (Ex34, 6-7; Sal 86, 15; cf. Jl 2, 13; Gn 4, 2; Sal 103, 8; 145, 8; Ne 9, 17). Por ello hoy quiero reflexionar con vosotros sobre un Salmo impregnado totalmente de confianza, donde el salmista expresa su serena certeza de ser guiado y protegido, puesto al seguro de todo peligro, porque el Señor es su pastor. Se trata del Salmo 23 —según la datación grecolatina, 22—, un texto familiar a todos y amado por todos.
«El Señor es mi pastor, nada me falta»: así empieza esta bella oración, evocando el ambiente nómada de los pastores y la experiencia de conocimiento recíproco que se establece entre el pastor y las ovejas que componen su pequeño rebaño. La imagen remite a un clima de confianza, intimidad y ternura: el pastor conoce una a una a sus ovejas, las llama por su nombre y ellas lo siguen porque lo reconocen y se fían de él (cf. Jn 10, 2-4). Él las cuida, las custodia como bienes preciosos, dispuesto a defenderlas, a garantizarles bienestar, a permitirles vivir en la tranquilidad. Nada puede faltar si el pastor está con ellas. A esta experiencia hace referencia el salmista, llamando a Dios su pastor, y dejándose guiar por él hacia praderas seguras: «En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre» (vv. 2-3).
La visión que se abre ante nuestros ojos es la de praderas verdes y fuentes de agua límpida, oasis de paz hacia los cuales el pastor acompaña al rebaño, símbolos de los lugares de vida hacia los cuales el Señor conduce al salmista, quien se siente como las ovejas recostadas sobre la hierba junto a una fuente, en un momento de reposo, no en tensión o en estado de alarma, sino confiadas y tranquilas, porque el sitio es seguro, el agua es fresca, y el pastor vigila sobre ellas. Y no olvidemos que la escena evocada por el Salmo está ambientada en una tierra en gran parte desértica, azotada por el sol ardiente, donde el pastor seminómada de Oriente Medio vive con su rebaño en las estepas calcinadas que se extienden en torno a los poblados. Pero el pastor sabe dónde encontrar hierba y agua fresca, esenciales para la vida, sabe conducir al oasis donde el alma «repara sus fuerzas» y es posible recuperar las fuerzas y nuevas energías para volver a ponerse en camino.
Como dice el salmista, Dios lo guía hacia «verdes praderas» y «fuentes tranquilas», donde todo es sobreabundante, todo es donado en abundancia. Si el Señor es el pastor, incluso en el desierto, lugar de ausencia y de muerte, no disminuye la certeza de una presencia radical de vida, hasta llegar a decir: «nada me falta». El pastor, en efecto, se preocupa por el bienestar de su rebaño, acomoda sus propios ritmos y sus propias exigencias a las de sus ovejas, camina y vive con ellas, guiándolas por senderos «justos», es decir aptos para ellas, atendiendo a sus necesidades y no a las propias. Su prioridad es la seguridad de su rebaño, y es lo que busca al guiarlo.
Queridos hermanos y hermanas, también nosotros, como el salmista, si caminamos detrás del «Pastor bueno», aunque los caminos de nuestra vida resulten difíciles, tortuosos o largos, con frecuencia incluso por zonas espiritualmente desérticas, sin agua y con un sol de racionalismo ardiente, bajo la guía del pastor bueno, Cristo, debemos estar seguros de ir por los senderos «justos», y que el Señor nos guía, está siempre cerca de nosotros y no nos faltará nada.
Por ello el salmista puede declarar una tranquilidad y una seguridad sin incertidumbres ni temores:
«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan» (v. 4).
Quien va con el Señor, incluso en los valles oscuros del sufrimiento, de la incertidumbre y de todos los problemas humanos, se siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la certeza que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus sombras cambiantes, la dificultad para distinguir los peligros, su silencio lleno de ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la caída del sol, cuando la visibilidad se hace incierta, es normal que las ovejas se inquieten, existe el riesgo de tropezar, de alejarse o de perderse, y existe también el temor de que posibles agresores se escondan en la oscuridad. Para hablar del valle «oscuro», el salmista usa una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte, por lo cual el valle que hay que atravesar es un lugar de angustia, de amenazas terribles, de peligro de muerte. Sin embargo, el orante avanza seguro, sin miedo, porque sabe que el Señor está con él. Aquel «tu vas conmigo» es una proclamación de confianza inquebrantable, y sintetiza una experiencia de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro pierde toda peligrosidad, se vacía de toda amenaza. El rebaño puede ahora caminar tranquilo, acompañado por el sonido familiar del bastón que golpea sobre el terreno e indica la presencia tranquilizadora del pastor.
Esta imagen confortante cierra la primera parte del Salmo, y da paso a una escena diversa. Estamos todavía en el desierto, donde el pastor vive con su rebaño, pero ahora somos transportados bajo su tienda, que se abre para dar hospitalidad:
«Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa» (v. 5).
Ahora se presenta al Señor como Aquel que acoge al orante, con los signos de una hospitalidad generosa y llena de atenciones. El huésped divino prepara la comida sobre la «mesa», un término que en hebreo indica, en su sentido primitivo, la piel del animal que se extendía en la tierra y sobre la cual se ponían las viandas para la comida en común. Se trata de un gesto de compartir no sólo el alimento sino también la vida, en un ofrecimiento de comunión y de amistad que crea vínculos y expresa solidaridad. Luego viene el don generoso del aceite perfumado sobre la cabeza, que mitiga de la canícula del sol del desierto, refresca y alivia la piel, y alegra el espíritu con su fragrancia. Por último, el cáliz rebosante añade una nota de fiesta, con su vino exquisito, compartido con generosidad sobreabundante. Alimento, aceite, vino: son los dones que dan vida y alegría porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor. El Salmo 104, celebrando la bondad providente del Señor, proclama: «Haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos, y vino que alegra el corazón; aceite que da brillo a su rostro y el pan que le da fuerzas» (vv. 14-15). El salmista se convierte en objeto de numerosas atenciones, por ello se ve como un viandante que encuentra refugio en una tienda acogedora, mientras que sus enemigos deben detenerse a observar, sin poder intervenir, porque aquel que consideraban su presa se encuentra en un lugar seguro, se ha convertido en un huésped sagrado, intocable. Y el salmista somos nosotros si somos realmente creyentes en comunión con Cristo. Cuando Dios abre su tienda para acogernos, nada puede hacernos mal.
Luego, cuando el viandante parte nuevamente, la protección divina se prolonga y lo acompaña en su viaje:«Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término» (v. 6).
La bondad y la fidelidad de Dios son la escolta que acompaña al salmista que sale de la tienda y se pone nuevamente en camino. Pero es un camino que adquiere un nuevo sentido, y se convierte en peregrinación hacia el templo del Señor, el lugar santo donde el orante quiere «habitar» para siempre y al cual quiere «regresar». El verbo hebreo utilizado aquí tiene el sentido de «volver», pero, con una pequeña modificación vocálica, se puede entender como «habitar», y así lo recogen las antiguas versiones y la mayor parte de las traducciones modernas. Se pueden mantener los dos sentidos: volver al templo y habitar en él es el deseo de todo israelita, y habitar cerca de Dios, en su cercanía y bondad, es el anhelo y la nostalgia de todo creyente: poder habitar realmente donde está Dios, cerca de Dios. El seguimiento del Pastor conduce a su casa, es la meta de todo camino, oasis deseado en el desierto, tienda de refugio al huir de los enemigos, lugar de paz donde se experimenta la bondad y el amor fiel de Dios, día tras día, en la alegría serena de un tiempo sin fin.Las imágenes de este Salmo, con su riqueza y profundidad, acompañaron toda la historia y la experiencia religiosa del pueblo de Israel, y acompañan a los cristianos. La figura del pastor, en especial, evoca el tiempo originario del Éxodo, el largo camino en el desierto, como un rebaño bajo la guía del Pastor divino (cf. Is 63, 11-14; Sal 77, 20-21; 78, 52-54). Y en la Tierra Prometida era el rey quien tenía la tarea de apacentar el rebaño del Señor, como David, pastor elegido por Dios y figura del Mesías (cf. 2 Sam 5, 1-2; 7, 8; Sal 78, 70-72). Luego, después del exilio de Babilonia, casi en un nuevo Éxodo (cf. Is 40, 3-5.9-11; 43, 16-21), Israel es conducido a la patria como oveja perdida y reencontrada, reconducida por Dios a verdes praderas y lugares de reposo (cf. Ez34, 11-16.23-31). Pero es en el Señor Jesús en quien toda la fuerza evocadora de nuestro Salmo alcanza su plenitud, encuentra su significado pleno: Jesús es el «Buen Pastor» que va en busca de la oveja perdida, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (cf. Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7; Jn 10, 2-4.11-18), él es el camino, el justo camino que nos conduce a la vida (cf. Jn 14, 6), la luz que ilumina el valle oscuro y vence todos nuestros miedos (cf. Jn 1, 9; 8, 12; 9, 5; 12, 46). Él es el huésped generoso que nos acoge y nos pone a salvo de los enemigos preparándonos la mesa de su cuerpo y de su sangre (cf. Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 19-20) y la mesa definitiva del banquete mesiánico en el cielo (cf. Lc 14, 15 ss; Ap 3, 20; 19, 9). Él es el Pastor regio, rey en la mansedumbre y en el perdón, entronizado sobre el madero glorioso de la cruz (cf. Jn 3, 13-15; 12, 32; 17, 4-5).
Queridos hermanos y hermanas, el Salmo 23 nos invita a renovar nuestra confianza en Dios, abandonándonos totalmente en sus manos. Por lo tanto, pidamos con fe que el Señor nos conceda, incluso en los caminos difíciles de nuestro tiempo, caminar siempre por sus senderos como rebaño dócil y obediente, nos acoja en su casa, a su mesa, y nos conduzca hacia «fuentes tranquilas», para que, en la acogida del don de su Espíritu, podamos beber en sus manantiales, fuentes de aquella agua viva «que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14; cf. 7, 37-39). 
Gracias.

viernes, 7 de octubre de 2011

Vitaminas para la gratitud

De bien nacidos es ser agradecidos.
De desgraciados esta el infierno lleno.
 Donde un favor se hace, un ingrato nace.
Al ingrato, con la punta del zapato.
Echar confites a un cochino, es desatino.